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  • Llevo en OA más de tres años, abstinentes durante unos quince meses. Durante las últimas semanas, he estado teniendo problemas con un alimento que como normalmente. Intenté dejarlo, luego reintroducirlo, solo para encontrarme a mí misma más compulsiva que nunca. ¡Las cosas que he hecho para seguir abstinente! Justificar una comida que dura dos horas; comerme mi “desayuno” pocas horas después de mi cena. ¿Loca? ¡Apuesta que sí!

    Pero ¿qué sucedería si yo me dijera, “Lo has estropeado. Empieza desde el principio”? Sospecho que me metería otra vez en mis hábitos de azúcar y harina, comiendo constantemente e incluso con una mente más loca y un cuerpo más gordo que antes. Cuando cogí la abstinencia, mi plan de comidas era simplemente tres comidas al día sin nada entre medias y nada de azúcar y harina. Mis comidas no eran siquiera excesivamente moderadas. Hasta cinco veces a la semana sentía la necesidad de atracarme como un cerdo en la barra de ensaladas. Pero eso era mejor que la alternativa, y me daba la suficiente cordura para empezar a ver mi vida emocional. Poco a poco mi necesidad de atracarme se fue suavizando. Todavía la siento a veces, y tiendo a ser compulsiva acerca de artículos de dieta y caramelos sin azúcar, pero tengo que aceptar que ese es el estado del desarrollo en el que estoy en este momento. Es ciertamente mejor que la alternativa. ¡Qué fácil es ser cegado por el perfeccionismo y olvidar lo lejos que he llegado!. Qué fácil olvidar que mi vida antes de OA no tenía ningún atisbo de de esperanza, que nunca rezaba o hablaba de mis sentimientos o me daba cuenta de que en la vida había mucho más que comida. Si tengo abstinencia, cualquier clase de abstinencia, es mejor que ninguna abstinencia en absoluto. Por lo menos tengo algo que puedo mejorar. Por esto las reuniones y el teléfono son tan importantes. No siempre puedo ver el progreso que estoy haciendo. Tengo que estar con personas que pueden recordarme de dónde vengo para contrarrestar la parte de mí que está fustigándome a mí misma. Cuando miro a lo positivo, me dirijo hacia la vida. Cuando me recreo en mis imperfecciones, tiendo a decir, “Podría cometer un error. Esperaré hasta ser perfecta antes de hacerlo”. Tan atemorizante como es, salir y arriesgarse a cometer errores ha demostrado ser mucho mejor que esperar a ser perfecto. Estoy descubriendo que hay otras personas en el mundo (¡sorpresa!) que cometen errores y tienen miedo, justo, justo como yo. Y ahí es cuando empiezo a sanar. Irónico, ¿no? Como el paso uno. Una vez que acepto mi humanidad y dejo que tú entres en ella, tú me puedes ayudar. Desde luego, sería estupendo si yo pudiera decir, “Solía tener un problema con esta comida”. Pero esperar hasta poderte decir lo perfecta que soy no es como funciona el proceso de curación. Al compartir ahora, puedo oír el lado positivo mí misma. Quizás alguien se identifique y llegue hasta mí. Puede ser que al aceptar las debilidades esté más dispuesta a aceptarme a mí misma y encontrar nueva fortaleza. He recorrido un largo camino, gracias a este programa y a los amigos que me dicen que han notado cambios en mí. Trato de seguir siendo honesta con ellos, y con vosotros, y continuar siendo curada. Noviembre de 1983

  • Cansada, pesada, desanimada, aislada, me paro en uno de los extremosque se extiende delante de mí. Apenas se ve un agujero de luz al otro lado del túnel, luchando por brillar entre los montones de basura. Alguien me da una pequeña pala y empiezo a cavar. Al principio el pensamiento del pensamiento del trabajo casi me agobia, pero tengo valor al recordar que esta vez ya no estoy sola. Estoy en una red de túneles y otras personas me animan más adelante en el camino. Me explican cómo es el ver más luz al cavar y el encontrar menos basura al progresar. Ahora, hay más luz brillando en el túnel. Excavo, luego descanso, reflexionando y reponiendo mi cuerpo. Dentro de mí está creciendo una calidez. Mi camino se ve más claro. Los recién llegados que están muy atrás se paran donde yo me paré una vez y me sumo a los gritos de ánimo. “Usa una herramienta. Nosotros compartimos los que tenemos. Hay esperanza si tienes buena voluntad. Al principio solo vas a ver un rayo pequeño, pero la luz está allí para tí y te cambiará. Trabaja hacia esa luz”. A veces alguien deja caer una herramienta y abandona el túnel, volviéndose a una oscuridad total. Otras adentro gritan “sigue viniendo”. Ellos saben que en el pasar el tiempo un túnel desierto se va a volver a llenar de basura y la luz desaparece. La luz está allá. Agarra tu herramienta y excava. Se hace más fácil cuanto más dispuesto estás a trabajar. Descansa, reflexiona, reponte y regocíjate. Los túneles se juntan en la red y hay compañerismo con los demás. Ya no estamos solos, y con una meta común, compartimos la luz en gratitud humilde, sabiendo que la promesa es nuestra. Julio/agosto 1976

  • Cuando era nueva en el programa, mi grupo también era nuevo. Por eso, mi primer intento del inventario del Paso Cuatro lo hice sin un padrino con experiencia que me guiara. Adivinad de quien hice el inventario. No el mío, sino el de mi familia, sobre todo el de mi madre. Era un cuento de autocompasión  y de dolor, lamentándome de cómo ellos me habían herido, llorando especialmente por las veces en que mi madre me había fallado. Un padrino buen conocedor del programa me habría dicho que dejara toda esa compasión e hiciera mi propio inventario. En vez de ello, la gente me dijo, “Si tu primer inventario te causa mucho dolor, déjalo; no estás preparada todavía”. Esto me dio la excusa perfecta para quedarme en el Paso Cuarto otro año. Antes de apartar el inventario, sin embargo, me enfrenté con buena nota a algo que era muy importante. Fue a casa un fin de semana y le dije a mi madre cuánto me había herido y me había fallado mientras estaba creciendo. Algo extraño ocurrió en ese año entre mi primer y mi segundo inventario: empecé a crecer. Cometí errores pero aprendí que estaba bien hacerlos e incluso admitirlos. Estuve abstinente ese año, así que pude examinar mis relaciones de una forma sana; y, al no sentirme miserable, no tenía necesidad de autocompasión. Otra cosa interesante ocurrió ese año. Mis dos hijos, de uno y tres años, cumplieron un año más, y aprendí que las madres se cansan, se ponen nerviosas, se sienten solas y aburridas en algunas ocasiones. Una madre puede pasar su día entero cuidando, ayudando, abrazando y queriendo, pero no puede estar siempre ahí para evitar todo lo que duele. Aprendí que algunas veces una madre tiene que permitir que sus hijos sientan dolor, que los dolores del crecimiento son parte de la vida. Pude entonces ver más claramente lo que mi madre había hecho realmente y lo que no había hecho. Tenía seis hijos y un marido que raramente estaba en casa (y no era de mucha ayuda cuando estaba). Nunca había bastante dinero, así que ella tenía que coser y cultivar cosas, así como llevar nuestra casa y cuidar de su propia madre, que necesitaba ayuda. Me pregunté a mí misma, “¿Puedo seguir resentida con esta mujer por no haber llenado siempre mis necesidades emocionales? ¿Es realmente trabajo de una madre mantener a sus hijos felices durante 18 años?”. Decidí que mi forma de pensar había estado un poco fuera de lugar. Cuando hice mi segundo inventario me enfrenté a mis ideas distorsionadas. Puse a mi madre de primera en mi lista de enmiendas. ¿Podría alguna vez disculparme lo suficiente por mis comentarios hirientes cuando hice mi primer inventario? Sabía que tenía que hacer los Pasos Ocho y Nueve. Desde luego, mi madre aceptó mis reparaciones. Ella me había perdonado el mismo día que le había dicho aquellas cosas, y respondió a mis reparaciones con el amor que solo una madre puede dar. Se me ocurrió hace poco que muchos OAs también dan un buen repaso a sus madres. Si tuviera un Euro por cada vez que nosotros comedores en exceso compulsivos culpamos a nuestras madres por todo desde nuestra compulsión por la comida a nuestras vidas amorosas desgraciadas, me podría jubilar a los 31 años. Verdaderamente, somos criaturas de hábitos y arrastramos muchos de los hábitos de nuestros padres. Pero como adultos podemos cambiar. Cuando era niña no podía jugar en la casa hasta que estaba limpia de arriba a abajo. Como adulto, si quiero asistir los sábados por la mañana a una reunión simplemente voy, no importa lo desastrosa que esté la casa. Cuando era niña podía bañarme solo una vez a la semana, y eso con poca agua. Un baño caliente largo, con la bañera rebosando hasta el borde, ha sido un ritual diario desde el primer día que viví sola. Ahora soy una adulta. De igual forma que he cambiado esos patrones de conducta infantiles, puedo elegir cambiar mis patrones con la comida. Soy responsable de mi plan de comidas y por hacer lo necesario para estar abstinente hoy. No puedo decir con honestidad que mi madre me hizo comer en exceso. Conmigo hizo lo mejor que pudo, pero de alguna forma yo necesitaba más y lo conseguí por medio de la comida. Ahora, depende de mí cambiar eso. ¡Feliz día de la madre, Mamá! Mayo, 1982

  • Las vacaciones de verano son algo a lo que siempre tuve pavor, como al sarampión. Mientras lo demás niños estaban contando los días hasta el fin de año escolar, yo estaba pensando en lo horrible que sería el verano. Para mí, el verano significaba soledad, auto-compasión y un montón de culpabilidad por los continuos e imparables atracones. Gracias a OA, sin embargo, este verano es gratamente diferente. Tengo diecinueve años y soy una comedora compulsiva abstinente. Como hija única de dos padres que trabajan, pasaba mucho tiempo sola, especialmente durante el verano. No me resultaba fácil hacer amigos, algo que contribuyó aún más a mi tristeza. Pasaba todos los días sola en casa, nunca saliendo para disfrutar del sol o de la belleza de los alrededores. Ciega ante todos los regalos de Dios, nunca veía belleza en nada, solamente fealdad. Cada día dormía hasta tarde, muchas veces hasta pasado el mediodía, para escaparme de las preocupaciones, el miedo y el aburrimiento. Generalmente no vestiá hasta las cuatro, a menos que fuera a la tienda para comprar más comida. Generalmente me quedaba en la cama durante toda la tarde mirando telenovelas, sintiéndo lástima por mí misma y hundiéndome en la depresión. Me sentía muy mal porque comía tanto, y comía tanto porque me sentía muy mal. Cada año era peor. Entonces encontré OA y el programa ha sido literalmente un salvavidas. He madurado más en estos cuantos meses que en que en los diesiocho meses anteriores. Con la ayuda de mis amigos de OA y mi Poder Superior, perdí entre 27 y 36 kilos. Esto por sí solo ha cambiado mi verano de muchas formas. Como me pongo mi traje de baño sin culpa, disfruto de nadar y de tomar el sol. También me encanta es esquí acuático, y sin duda es más fácil sin el peso extra. Casi no puedo describir la recuperación que he experimentado emocionalmente. Mi autoestima está fortaleciéndose poco a poco, y tengo m´ás amigos y una perspectiva más positiva sobre la vida. Raras veces estoy dentro de casa durante un día hermoso. Salgo fuera y disfruto mucho de las vistas y sonidos preciosos. La belleza siempre ha estado allí, pero por primera vez en mi vida la aprecio. También estoy logrando aceptarme como soy, un ser humano imperfecto capaz de un crecimiento fabuloso. Ahora hay esperanza en mi vida. Lo más extraordinario de todo es mi crecimiento espiritual, y esto me ha permitido experimentar todos los demás cambios. Confiar en un Poder Superior en una experiencia nueva para mí. Ahora tengo una creencia fuerte en un Poder Superior y a menudo me pregunto cómo sobreviví sin ella. Veo evidencia de la existencia de Dios cada minuto de cada día. Rexo por las mañanas para tener fortaleza, y al entregar mi voluntad y mi vida, mi obsesión con la comida se me ha quitado. Un día a la vez, he recibido las fuerzas para aceptar la voluntad de Dios, sea la que sea. Nunca pude haber progresado tanto por mi propia cuenta. Estoy agradecida a OA en su totalidad, y por cada uno de sus miembros. Este verano, a través de OA, he hecho las primeras amistades verdaderas en mi vida. Mis padres todavía trabajan, pero ya nunca estoy sola. Siempre puedo comunicarme con mis amigos de OA  a través del teléfono y con mi PS por medio de la oración. Odio pensar en los dieciocho veranos que eché a perder, las flores bonitas que me negué a ver, la luz del sol que me negué a sentir, los pájaros que me negué a oír, el amor que me negué a sentir. Supongo que fue necesario que yo sufriera a través de esos años para prepararme para este bello programa. GraciaS, OA, por dejarme tener un verano más maravilloso de lo que yo pudiera haber imaginado. Julio, 1983

  • Era una niña delgada y una adolescente con un buen tipo. Nunca le di importancia a mi peso hasta que engordé 27 kilos durante mi primer embarazo. ¡Realmente creía que había que comer para dos! Después del nacimiento de mi segundo hijo, me di cuenta de que tenía un problema gordo. No solamente era que estaba todo el tiempo metida en casa con dos bebés, sino que también estaba gorda e infeliz. Mi marido es increíblemente guapo y empecé a sentir una inseguridad abrumadora. Cuando nació nuestro tercer hijo la batalla estaba en pleno fervor. No podía parar de comer. Devoraba hasta las papillas del bebé. Estaba convencida de que era una mala persona y lloraba sin parar, odiándome a mí misma por no tener fuerza de voluntad. Empecé a conducir más de 190Km a la semana para ponerme unas inyecciones y tomar unas pastillas que me recetó un médico muy conocido. Por fin estaba delgada. Era el alma de la fiesta y estaba más enferma que nunca. Cuando descubrí que estaba embarazada otra vez, deje de tomar las pastillas para adelgazar. Nuestra preciosa hija nació con defectos de nacimiento. Hoy en día está bien, gracias a Dios, pero después de su nacimiento me hundí en remordimientos increíbles que duraron diez años. La agonía por la que atravesó mi familia fue indescriptible. Recurrí a inyecciones y pastillas otra vez y me encerré en mí misma, enfadada, celosa y aterrorizada. Empecé a tener alucinaciones, y mi marido me dió a elegir: las pastillas o él. le elegí a él. Mi angustia mental mientras me “desenganchaba” de las pastillas fue devastadora. Lo que antes eran tendencias a la paranoia, desembocó en paranois con todas las de la ley. Y seguía engordando. Cuando mi marido amenazó con dejarme y llevarse los niños con él, intenté desesperadamente ser la esposa y madre que creía que tenía que ser. Para evitar engordar más, me di al alcohol. Bebiendo en vez de comiendo me mantuve delgada un par de años. Pude manejar todas las cosas que se suponía que una buena esposa y madre debía hacer. Y luego tenía un problema con el alcohol, aunque sabía que podía recuperar el control cuando quisiera. Y lo hice. Dejé de beber y empecé de nuevo a comer compulsivamente. Esta vez llegué a pesar 127 kilos. Lo que me dolía más que nada era que mis hijos estaban avergonzados de mí. Intenté compensarlos siendo la Súper Madre, gorda y feliz. Fue la madre que cuidaba de todos los niños, la que cocinaba para todos en el último momento, el conductor que los llevaba a todos a todas partes en cualquier momento y la siempre disponible voluntaria para la escuela. Hice todo lo que los demás no querían hacer y lo hice con una sonrisa para demostrar lo feliz que era. Fui a clínicas de adelgazamiento. Me sometí a hipnosis. Pensé en el suicidio. Rezaba para despertarme delgada. En vez de eso, me despertaba cada día más gorda que el día anterior. Con 154 kilos, entré en estado de shock a causa de la tensión alta y me ingresaron en el hospital. Perdí 13,6 kilos y luego comí hasta llegar a los 159 kilos. Otra vez me ingresaron, esta vez con problemas de vesícula. Mi situación era tan crítica que los médicos no querían operarme ni darme calmantes. Seguramente iba a morir. Cuando me dieron el alta, fuia a una reunión de OA y lloré durante toda la reunión. Cuando me pidieron compartir, literalmente imploré ayuda. Había mucha gente delgada en la reunión y cuando les oí decir “¡Funciona!”, les creí. Ellos eran mi prueba y tomé sus sugerencias. Fuí a reuniones, leí el Libro Grande y la literatura de OA y empecé a trabajar los pasos lo mejor que pude. Un día a la vez, me alejé de la comida compulsiva. En 8 meses perdí 77 kilos. Mi presión sanguínea es normal, estoy libre de toda medicación y no tengo ningún tipo de problema de salud. No solamente he vuelto entre los vivos, sino que mi vida es mejor de lo que jamás podría haber imaginado. Te daré un ejemplo de lo que quiero decir: me encanta poder volver a ponerme vaqueros y suéteres otra vez, como todos los demás, pero aún es un placer más grande ser diferente si quiero; ponerme un gorro cuando nadie más lleva uno y ¡sentir que está bien! Y ¡Qué milagro es mirarme al espejo y quererme, mirar a otros y amarles! y ¡dar abrazos a la gente cuando quiero! Ya no tengo miedo. Puedo reír y puedo llorar. Puedo dar consuelo a los demás, perdonar y ser tolerante con los errores. Tengo fe, esperanza y alegría, e intento darlas a los demás, vaya donde vaya. Asisto a muchas reuniones, participando y hablando cuando me lo piden. Mi programa es la cosa más importante de mi vida. Poco a poco, un paso a la vez, me permite aprovechar lo mejor que puedo lo que Dios ya ha hecho. Nunca he conocido a una persona de la hermandad que no me haya dado algo, y a todos os doy mis gracias y mi amor. Para los que aún no están en este programa: si yo lo puedo hacer, tú también un día a la vez. Febrero 1981

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